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Deseo: Sólo es posible alcanzar lo que aspiras en la vida, si te motiva un deseo ardiente por conseguirlo.


Muchísima gente desea la independencia financiera e incluso amasar una gran fortuna. Sin embargo, materializar ese deseo requiere mucho más. Se necesita un deseo ardiente por conseguirlo. O lo que es lo mismo, una ferviente pasión por lo que haces, la cual te permita mantener viva la llama de tu deseo por alcanzar tus objetivos. Por ese motivo, lo describe como “ardiente”.

Napoleon Hill explica, por ejemplo, los casos del inventor Thomas Edison o la escritora Fannie Hurst. El primero tuvo que crear más 10.000 prototipos e invertir años para lograr crear la bombilla. La segunda fue rechazada 36 veces antes de que uno de sus relatos fuera publicado por fin en un periódico, para después convertirse en una de las mayores novelistas y guionistas de la época.

En definitiva, el deseo ardiente que motive tus acciones debe ser capaz de superar cualquier objeción, frustración o adversidad que puedas experimentar en tu camino hacia el cumplimiento de tus sueños y objetivos.

Quizá te preguntes cómo puedes crear en ti ese deseo ardiente por conseguir una fortuna o alcanzar tu sueño.

En los siguientes apartados, vas a descubrir la importancia del establecimiento de objetivos, la autosugestión y el pensamiento positivo como instrumentos para mantener ese deseo ardiente por alcanzar el éxito.

Sin embargo, y a modo de complemento a las explicaciones de Napoleon Hill, te proponemos recordar la siguiente historia.

Un joven preguntó a Sócrates cuál era el secreto del éxito. Sócrates le dijo que se encontraría con él junto al río a la mañana siguiente. El hombre apenas durmió aquella noche debido a la curiosidad y, tan pronto como amaneció, se puso de camino.

Cuando llegó, Sócrates le pidió que se metiera con él en el río. Algo confuso, y sin ni siquiera quitarse la ropa, así lo hizo, deseando descubrir el gran secreto del éxito.

Sócrates en cuestión de segundos cogió al joven y lo sumergió bajo el agua.

El joven pensó, al principio, que quizá se trataba de un ejercicio para llegar a ver aquello que otros no veían. Así que abrió los ojos bajo el agua pero sólo vio oscuridad. Conforme el aire se le agotaba, comenzó a entrar en pánico. Fue entonces cuando cayó en la cuenta. Quizá la lección de Sócrates era que no debía entrar en pánico y mantener la compostura, y así lo hizo.

Sin embargo, cuando el aire se le hubo acabado por completo, su calma se tornó terror. Comenzó a pelear por salir a la superficie, mientras Sócrates le retenía bajo el agua. El joven empezó a creer que el maestro nunca había tenido intención de ayudarle a tener éxito. Quizá estaba enfadado, puede que incluso hubiese enloquecido. Así que el único pensamiento del joven era escapar por todos los medios.

Tras lo que pareció una eternidad, Sócrates liberó al joven, cuyo rostro se había puesto azul y bramaba tratando de inhalar todo el aire que podía.

¡Por qué! gritó al recuperar el aliento. ¿Por qué?.

Sócrates le respondió entonces: “Desea el éxito de la misma manera en la que has deseado el aire. Entonces, y solo entonces tendrás lo que buscas”.


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